Bienvenido Nº: TU A LO TUYO!!!

lunes, 24 de diciembre de 2007

LA AMISTAD


Que linda es la amistad. Yo tengo amigos por todas partes. Bueno, en realidad son conocidos porque los amigos son los que siempre están. En las buenas y en las malas. Pero hay veces que no pueden estar en las malas y sin embargo no dejan de ser amigos. ¿Y los que están siempre en las buenas cómo llamarlos?, ¿compañeros, colegas?. Si conozco a una persona en poco tiempo y me cae muy bien, ¿cómo lo presento ante la gente?, ¿cómo un amigo?. ¿Por qué llamar amigo a alguien que no lo es?. Es por respeto, porque quedaría muy feo decir: -"te presento a un conocido", además, si esa persona se encuentra cerca de un amigo mío me sentiría como si lo estuviese discriminado.
En fin, ¿quiénes son los amigos verdaderos?. Muchas veces escuché decir que son los que uno conoce de toda la vida, pero no estoy tan de acuerdo con eso, porque cuando alguien se muestra tal cual es, muchas veces es más fácil decidir que postura tomar con esa persona. Creo que los años no forjan una amistad, sino los hechos. Yo puedo conocer a un tipo de toda la vida, pero puede no ser mi amigo. O también puedo conocer a alguien y en poco tiempo terminar siendo un “gran” amigo.
Existe una canción que dice así: “amigo no es el que te ayuda, sino el que no te molesta”. Y tiene razón, porque la ayuda se puede recibir de cualquier persona. Hasta un banco te puede prestar dinero y eso no significa que el gerente o los empleados sean tus amigos.
AMIGO, que bien suena esa palabra. Hasta suena amigable.
Cada vez que digo la palabra “amigo” inevitablemente se me vienen a la memoria los verdaderos amigos. Yo adonde voy hago conocidos, pero siempre dejo algunos amigos. Amigo, amigo, amigo, quiero repetir tantas veces esa palabra como sea posible para que no se borre jamás de mi memoria.
Ahora estoy sólo escribiendo sobre un sentimiento tan grande como ese y tan sólo me acompaña una cerveza. Simplemente voy a dejar de escribir, guardar el lápiz y el papel, y brindar, pero brindar por algo que valga la pena. Así es, brindar por la amistad. ¡SALUD!.

Pablo Claro

jueves, 13 de diciembre de 2007

SE SIENTE, CLEMENTE ESTÁ PRESENTE


Hace unos días conocí a Clemente, era un tipo decente hasta que se juntó con esa gente. Con Vicente, el teniente y el intendente. Clemente es un tipo inteligente, a tal punto que siempre dice cosas coherentes.
–¡Clemente nunca miente!, decía la gente en la casa de enfrente. Seguramente lo conocían bien. Un vez viajé con un paciente de un médico amigo y largamente hablamos de cosas recientes, pero yo le leía la mente y sabía que él quería hablar de Clemente. Felizmente en mi cabeza tenía todo bajo control y se notaba claramente.
De repente sonó mi teléfono a las nueve menos veinte y salí corriendo urgente a la casa de unos parientes. Todos asombrados mirando hacia el cielo. Yo también lo hice obviamente. Y lo vi. No podía creer lo que veían mis ojos. Increíblemente era cierto. En el aire se lo veía solamente a Clemente haciendo parapente. Simplemente asombroso. Se divertía tanto que sólo se le veían los dientes.
Exactamente a las diez y veinte me llamó Clemente y me dijo telefónicamente, las cosas que anteriormente me había dicho estando presente en un piso de tres ambientes. Le contesté que efectivamente, lo que estaba haciendo era, además de peligroso, contraproducente.
Clemente comenzó a gritarme delante de la gente y se quemó la boca con algo caliente que estaba comiendo y que seguramente le faltaría algún ingrediente. Sorprendente. El pobre inocente no pudo hablar momentáneamente, pero la rabia seguía latente.
Subió rápidamente a su coche y bruscamente aceleró a fondo por una calle adyacente. Obviamente apunté la patente, no vaya a pasar que tenga un accidente y no sepamos nada del pobre Clemente.
A los pocos días lo vi comiendo un perrito caliente y muy sonriente, pero lamentablemente volvió a juntarse con Vicente, el teniente y con el intendente.


Pablo Claro

martes, 11 de diciembre de 2007

EL PARAGUAS


Mi vieja siempre me decía: -¡llevá paraguas, llevá paraguas!. Pero nunca le hacía caso, siempre me escapaba rápido como simulando no haber escuchado sus gritos.
“La lluvia es algo maravilloso, natural y refrescante”, pensaba, mientras caminaba con las gotas golpeando sobre mi rostro. Recuerdo que de muy chico mis amigos me venían a buscar para jugar al fútbol bajo la lluvia y tenía que escaparme, porque si no lo hacía era imposible participar de ese partido. Mis zapatillas con barro me delataban ante los ojos de mi mamá y la mirada atónita de mi viejo. Lógico, era muy chico y no entendía las razones de tener unas zapatillas sólo para salir de paseo. Y como siempre, terminaba a los llantos, con lágrimas sin dolor, porque no entendía en ese entonces el verdadero significado del dolor.
Lágrimas con forma de gotitas, como la lluvia.
¡Qué lindo era salir después de la lluvia!, ver el arco iris, los charcos de agua en la calle, el cielo rojo anunciando su final, la gente en las calles estrenando (en algunos casos) sus ropas de agua para protegerse de una próxima tormenta; otros preparando el mate y las tortas fritas, la sillita vieja con patas de madera y la escoba para retirar los restos de agua de los lugares favoritos de sus veredas.
Todo era muy lindo, de chico siempre me gustó la lluvia, siempre quise salir y que ella me atrapara lejos de casa, así la disfrutaba con mucho más tiempo; siempre me gustó correr debajo de ella porque era como esquivar obstáculos invisibles, porque nadie se cubría, ni siquiera debajo de algún toldo o de un árbol, todos queríamos sentir que las gotas jugasen con nosotros. Pero la vida transcurría y yo crecía.
Comencé a mirar hacia mi alrededor cada vez que llovía y me encontraba con inundaciones en casas de amigos, gente en la calle que no tenían techo para cubrirse, no porque no estaba en sus casas, sino porque no las tenían. Miré hacia atrás, cosa que nunca había hecho porque la niñez me impedía hacerlo, y vi mi casa llena de agua con mis padres muy preocupados cuidando lo poco que teníamos para no perderlo todo.
Levanté la vista y observé que la lluvia mojaba mi cara y ya no era feliz, debía cubrirme, ya no podía correr debajo de ella, había cosas más importantes que hacer, que cuidar, que proteger. Ahí comprendí el verdadero dolor de un llanto. La tormenta cesaba y seguíamos sacando agua del suelo que amenazaban con causarnos enfermedades por las cosas que pudiera traer.
-¡Salió el sol! ...se escuchó decir a un chico, y “todos afuera”, como en mis viejos tiempos.
Me asomé a la calle y los vi corriendo como locos, festejando junto a esa cascada de agua que despedía algún techo vecino. Pero hubo alguien que me llamó tremendamente la atención, fue un chico que miraba hacia el cielo y decía: -¡que lindo es salir después de la lluvia!. Y retrocedí en el tiempo y eso me hizo felíz por un instante, ése que hubiera preferido que durara una eternidad, pero la realidad me despertó con una bofetada.
Ahora soy grande, tengo hijos, una hermosa casa, un enorme jardín, un gran perro y un paraguas. Si, un paraguas. Ese que impide que la lluvia te toque, te moje o como quieras llamarlo. Ese paraguas que mi vieja tanto insistía que lo usara, ese paraguas que de chico jamás abrí, ese paraguas que tantos recuerdos me trae, ese paraguas que quisiera tener para toda mi vida, porque cada vez que no lo usaba terminaba enfermo pero recibiendo el cariño y el cuidado de mamá. Ese paraguas… Ese paraguas, que nunca voy a volver a usar.

Pablo Claro

lunes, 10 de diciembre de 2007

¿CAMBIAR?

Todos los días a las cinco de la tarde salgo a caminar por el barrio hasta llegar a una plaza donde elijo el mismo banco de siempre, para sentarme a leer un libro y escuchar la radio. Hasta que un día me dije a mí mismo: -¿Por qué siempre tiene que ser así?. Esta rutina no me gusta para nada. Tengo que cambiar, no sé qué, pero tengo que hacerlo. Observaba a mi alrededor como buscando otro sitio donde ubicarme y fue ahí cuando me di cuenta que no hacía falta cambiar de lugar, sino modificar lo que hasta ahora había establecido como rutina.
Dejé el libro a un lado, guardé la radio y comencé a observar todo, absolutamente todo. Veía una flor y pensaba: ¿me estará observando esa flor como yo lo estoy haciendo con ella?, ¿Tendrá las mismas dudas que yo?, ¿Qué pensará de mí?. No podía permitirme hacer tantas preguntas a cerca de esa planta porque en definitiva era eso, una planta. Entonces seguí observando, cambiando el rumbo de mi visualización. Enfoqué mi mirada hacia un pájaro que estaba encima de un árbol y pensé: ¿Cómo habrá sido el pasado de las aves? ¿Qué guardarán sus generaciones pasadas para que un pájaro apenas toque suelo o algún lugar firme, comience a mirar hacia ambos lados como con desesperación por temor a lo que le fuese a suceder?. Que linda es la libertad, pero que feo es ser libre y tener miedo. Me dio tanta pena ese pájaro que dejé de prestarle atención.
Era muy interesante todo lo que había a mi alrededor, sin embargo, era lo mismo que durante toda mi vida había crecido a mi lado y no me había dado cuenta. Después pasó un señor con su hija y ésta se quedó observándome por unos segundos. Yo la miré, le sonreí para hacerle alguna gracia, pero nada, la nena estaba tan concentrada fijándose en mí que hasta perdió el paso que llevaba su padre. ¿Qué le habrá pasado por la cabeza a esa niña?. Yo no recuerdo que me pasaba por la cabeza de niño, sí recuerdo lo que tenía, pero eso no me sirve porque lo material se ve, pero lo interior solamente podríamos llegar a verlo si nos lo muestran.
Todo lo que siempre fue igual comenzó a ser diferente. Hasta llegué a pensar qué hacía yo con los brazos y las piernas cruzadas. Locuras mías. Nadie entendería si quisiera explicar lo que siento. También llegué a pensar qué sería de esa gente, la cual me ve todos los días sentado en el mismo sitio. Seguramente no pensarían que hoy estoy pensando otra cosa.
Al cabo de un tiempo ya estaba harto de mi cambio. Cansado de querer y tener que esforzarme para que ese día fuese diferente. Entonces fue cuando crucé mi pierna nuevamente, saqué la radio que había guardado, me acomodé en ese banco de toda la vida, miré hacia ambos lados y... seguí leyendo mi libro.
Pablo Claro

martes, 4 de diciembre de 2007

AMOR Y LOCURA (enviado por diego martín)

Cuentan que una vez se reunieron todos los sentimientos y cualidades del hombre. Cuando el aburrimiento bostezó por tercera vez, la locura como siempre tan loca propuso: "vamos a jugar a los escondidos". La intriga levantó el ceño entrañada y la curiosidad sin poder contenerse, pregunto: ¿A los escondidos?, ¿y eso como es?. Es un juego explico la locura, en que yo me tapo la cara y comienzo a contar desde uno hasta un millón, mientras ustedes se esconden, y cuando yo haya terminado de contar, el primero que encuentre, ocupará mi lugar para continuar el juego. El entusiasmo bailo secundado por la euforia, y la alegría dio tantos saltos que terminó de convencer a la duda, e incluso a la apatía, a la que nunca le interesaba nada. Pero no todos quisieron participar, la verdad prefirió no esconderse. ¿Para qué? Si al final siempre la hallaban, y la soberbia pensó que era un juego muy tonto, en el fondo lo que le molestaba era que la idea no hubiese sido de ella, y la cobardía prefirió no arriesgarse. Uno…dos…tres, empezó a contar la locura. La primera en esconderse fue la pereza, que como siempre se dejó caer tras la primera piedra del camino. La fe subió al cielo y la envidia se encontró tras la sombra del triunfo, quien por su propio esfuerzo había logrado subir a la copa del árbol más alto. La generosidad casi no alcanzaba a esconderse, cada sitio que encontraba le parecía maravilloso para alguno de sus amigos, que si un lago cristalino para la belleza; que si la hendija de un árbol: perfecto para la timidez; que si el vuelo de una mariposa: lo mejor para la voluptuosidad, que si una ráfaga de viento: magnífico para la libertad, y así termino de ocultarse en un rayito de sol. El egoísmo, en cambio, encontró un sitio muy bueno desde el principio, ventilado, cómodo, pero solo para el. La mentira se escondió en el fondo de los océanos, mentira, en realidad se escondió detrás del arco iris, y la pasión y el deseo en el cuarto de los volcanes. El olvido, se me olvidó donde se escondió, pero, eso no es lo importante, Cuando la locura estaba contando 999.999, el amor aún no había encontrado sitio para esconderse, pues todo estaba ocupado, hasta que al fin divisó un rosal y enternecido decidió esconderse entre sus flores. Un millón!! contó la locura y comenzó a buscar. La primera en aparecer fue la pereza solo a tres pasos de una piedra. Después se escuchó a la fe discutiendo con Dios sobre zoología y a la pasión y el deseo las sintió en el vibrar de los volcanes. En un descuido encontró a la envidia, y claro, pudo deducir donde estaba el triunfo. El egoísmo no tuvo ni que buscarlo, el solito salió de su escondite, que resulto ser un nido de avispas. De tanto caminar, sintió sed y al acercarse al lago descubrió la belleza, y con la duda resultó todavía más fácil, la encontró sentada cerca sin decidir aun de que lado esconderse. Así fue encontrando a todos. El talento, entre la hierba fresca, a la angustia, en una oscura cueva, a la mentira, detrás del arco iris, mentira si estaba en el fondo de los océanos, y hasta encontró al olvido, ya se le había olvidado que estaba jugando a los escondidos. Pero solo el amor no aparecía por ningún sitio. La locura buscó detrás de cada árbol, bajo cada arroyuelo del planeta, en las cimas de las montañas, y cuando estaba por darse por vencido divisó un rosal, tomó una horquilla y comenzó a mover las ramas, cuando de pronto, un doloroso grito se escuchó. Las espinas habían herido los ojos del amor. La locura no sabía que hacer para disculparse, lloró, rogó, imploró, pidió perdón y hasta prometió ser su lazarillo. Desde entonces, desde que por primera vez se jugó a los escondidos en la tierra: El amor es ciego y la locura siempre lo acompaña.
Hoy es un dia diferente al de ayer, no significa ni mejor ni peor, sino diferente.
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Pedido de rescate de posible secuestro :)

Frases Célebres del pofesor Jhon McKeyn