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Hace unos días conocí a Clemente, era un tipo decente hasta que se juntó con esa gente. Con Vicente, el teniente y el intendente. Clemente es un tipo inteligente, a tal punto que siempre dice cosas coherentes.
–¡Clemente nunca miente!, decía la gente en la casa de enfrente. Seguramente lo conocían bien. Un vez viajé con un paciente de un médico amigo y largamente hablamos de cosas recientes, pero yo le leía la mente y sabía que él quería hablar de Clemente. Felizmente en mi cabeza tenía todo bajo control y se notaba claramente.
De repente sonó mi teléfono a las nueve menos veinte y salí corriendo urgente a la casa de unos parientes. Todos asombrados mirando hacia el cielo. Yo también lo hice obviamente. Y lo vi. No podía creer lo que veían mis ojos. Increíblemente era cierto. En el aire se lo veía solamente a Clemente haciendo parapente. Simplemente asombroso. Se divertía tanto que sólo se le veían los dientes.
Exactamente a las diez y veinte me llamó Clemente y me dijo telefónicamente, las cosas que anteriormente me había dicho estando presente en un piso de tres ambientes. Le contesté que efectivamente, lo que estaba haciendo era, además de peligroso, contraproducente.
Clemente comenzó a gritarme delante de la gente y se quemó la boca con algo caliente que estaba comiendo y que seguramente le faltaría algún ingrediente. Sorprendente. El pobre inocente no pudo hablar momentáneamente, pero la rabia seguía latente.
Subió rápidamente a su coche y bruscamente aceleró a fondo por una calle adyacente. Obviamente apunté la patente, no vaya a pasar que tenga un accidente y no sepamos nada del pobre Clemente.
A los pocos días lo vi comiendo un perrito caliente y muy sonriente, pero lamentablemente volvió a juntarse con Vicente, el teniente y con el intendente.
Pablo Claro
–¡Clemente nunca miente!, decía la gente en la casa de enfrente. Seguramente lo conocían bien. Un vez viajé con un paciente de un médico amigo y largamente hablamos de cosas recientes, pero yo le leía la mente y sabía que él quería hablar de Clemente. Felizmente en mi cabeza tenía todo bajo control y se notaba claramente.
De repente sonó mi teléfono a las nueve menos veinte y salí corriendo urgente a la casa de unos parientes. Todos asombrados mirando hacia el cielo. Yo también lo hice obviamente. Y lo vi. No podía creer lo que veían mis ojos. Increíblemente era cierto. En el aire se lo veía solamente a Clemente haciendo parapente. Simplemente asombroso. Se divertía tanto que sólo se le veían los dientes.
Exactamente a las diez y veinte me llamó Clemente y me dijo telefónicamente, las cosas que anteriormente me había dicho estando presente en un piso de tres ambientes. Le contesté que efectivamente, lo que estaba haciendo era, además de peligroso, contraproducente.
Clemente comenzó a gritarme delante de la gente y se quemó la boca con algo caliente que estaba comiendo y que seguramente le faltaría algún ingrediente. Sorprendente. El pobre inocente no pudo hablar momentáneamente, pero la rabia seguía latente.
Subió rápidamente a su coche y bruscamente aceleró a fondo por una calle adyacente. Obviamente apunté la patente, no vaya a pasar que tenga un accidente y no sepamos nada del pobre Clemente.
A los pocos días lo vi comiendo un perrito caliente y muy sonriente, pero lamentablemente volvió a juntarse con Vicente, el teniente y con el intendente.
Pablo Claro
1 comentario:
estas enfermo chavon !!!!!!!!.
martinn_7
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