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miércoles, 22 de abril de 2009

EL ENCUENTRO

Muchas veces intenté salir por la noche y caminar por la playa porque seguramente lo disfrutaría muchísimo, pero nunca me animaba. A tal punto que siempre decidía salir por otros lados por temor al aburrimiento que pudiese sentir al estar sólo. Hasta que tomé un poco de valor y dije: -lo voy a hacer, ¿por qué no?, puede llegar a ser una experiencia interesante ¿no?. Y así fue, y vaya si fue interesante. 
Caminaba sobre la arena dejando huellas que solo el agua borraba; y las olas que con todo su repertorio de sonidos, daban su toque sonoro en aquella noche. Hice un descanso en una de las pocas rocas que había en ese lugar y quedé observando el cielo sorprendido al ver tantas estrellas juntas. Parecían trozos de espejos que reflejaban la luz de la luna, por eso la luminosidad de cada una de ellas; y justo cuando giré la vista hacia la derecha veo una caer; entonces aproveché la ocasión y le pedí un deseo como buen supersticioso que soy. En ese momento pensé: -¡cómo me gustaría que fuese un extra terrestre!. Seguí observando esa estrella hasta darme cuenta que no era tal, sino que realmente era un extraño aparato surcando el cielo. 
La estrella efectivamente me había concedido el deseo. Pero no estoy  tan seguro que haya sido así, porque en definitiva no fue una estrella la que cayó, sino una nave espacial. Y si hubiese sabido que era una nave espacial jamás hubiera desaprovechado un deseo pidiendo que pasara otra nave extra terrestre. ¡Pero si las máquinas no conceden deseos!.¡Que locuras estaba diciendo entonces de tanto pensar!. 
Ese extraño aparato aterrizó muy cerca de mí. Se abrieron unas puertas como si fuese un gran ascensor y comenzó a bajar muy lentamente una persona. En ese momento creí que iba a salir un bicho verde con tres ojos, con garras, o el típico marciano con los ojos grandes y la cabeza alargada. Pero no, solo una persona como cualquiera de nosotros. Posó su pie en la arena y quedó observándola como sorprendido. Yo solo esperaba ese momento tan especial del encuentro de seres de planetas diferentes, pero nada, él solo seguía observando la arena. No aguanté más y le dije: -hola, mi nombre es Pablo y soy de este planeta. ¿Y tú de dónde vienes?. 
Tardó tres minutos en responder, pero para mí fueron casi tres siglos. Entonces fue cuando alzó su mirada hacia mí y dijo: 
-¡Sorprendente!. El tipo había quedado un poco paralizado. Yo le decía que eso era arena  y nada más. Le hice como quince preguntas en diez segundos. Quería saber si vivía en una ciudad como las que se ven en las películas  del espacio, si el bicharraco metálico tenía rayo láser, si se tele transportaban como Goku o cosas por el estilo. Hasta le llegué a preguntar si había visto “La Guerra de las Galaxias”. Pero nada, el tipo seguía ahí con lo suyo. Ya me resultaba pesado y aburrido. Pero eso no fue todo, como a los veinte minutos de estar con la vista en la arena no se le ocurrió mejor idea que mirar hacia atrás y darse cuenta que estaba el mar. Abrió aun más grande los ojos y dijo: 
-¡Maravilloso!. Yo pensaba por dentro, ahora el tipo éste se va a quedar otros veinte minutos observando el agua como tonto y yo sin saber las cosas increíbles que puedan existir en el espacio exterior. Pasada la hora, el E.T. seguía ojeando el agua. 
De pronto comenzó a desprenderse  una lagrima de su ojo derecho, se dio la vuelta, me miró e hizo el siguiente comentario: 
-¡Increíble, que suerte tienen!. Esbozó una pequeña sonrisa, se secó su lagrima con su mano, se dio media vuelta y caminó lentamente hacia su nave; giró su cabeza, hizo un especie de gesto como si fuese un saludo japonés y se  introdujo en el aparato para levantar vuelo y perderse en el infinito. En ese momento lamenté no haber traído la cámara de fotos, pero en fin, la experiencia creo que valió la pena, porque ese ser seguramente lo que vio fue algo que ellos no tienen en su planeta, y por eso se quedó tan sorprendido. 
Entonces fue cuando comprendí que a veces no valoramos las cosas que tenemos a nuestro alrededor que pueden ser cosas simples pero con un valor incalculable, y sí a las cosas materiales que muchas veces son innecesarias en nuestras vidas. Tendríamos que aprender a querer y cuidar de lo nuestro un poco más porque la vida es una sola, y los que realmente nos quieren, lo hacen por lo que somos, no por lo que tenemos. 
Pero me quedó una duda con el marciano ese... ¿habrá visto La Guerra de las Galaxias?.


Pablo Claro

Hoy es un dia diferente al de ayer, no significa ni mejor ni peor, sino diferente.
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