Todos los días a las cinco de la tarde salgo a caminar por el barrio hasta llegar a una plaza donde elijo el mismo banco de siempre, para sentarme a leer un libro y escuchar la radio. Hasta que un día me dije a mí mismo: -¿Por qué siempre tiene que ser así?. Esta rutina no me gusta para nada. Tengo que cambiar, no sé qué, pero tengo que hacerlo. Observaba a mi alrededor como buscando otro sitio donde ubicarme y fue ahí cuando me di cuenta que no hacía falta cambiar de lugar, sino modificar lo que hasta ahora había establecido como rutina.
Dejé el libro a un lado, guardé la radio y comencé a observar todo, absolutamente todo. Veía una flor y pensaba: ¿me estará observando esa flor como yo lo estoy haciendo con ella?, ¿Tendrá las mismas dudas que yo?, ¿Qué pensará de mí?. No podía permitirme hacer tantas preguntas a cerca de esa planta porque en definitiva era eso, una planta. Entonces seguí observando, cambiando el rumbo de mi visualización. Enfoqué mi mirada hacia un pájaro que estaba encima de un árbol y pensé: ¿Cómo habrá sido el pasado de las aves? ¿Qué guardarán sus generaciones pasadas para que un pájaro apenas toque suelo o algún lugar firme, comience a mirar hacia ambos lados como con desesperación por temor a lo que le fuese a suceder?. Que linda es la libertad, pero que feo es ser libre y tener miedo. Me dio tanta pena ese pájaro que dejé de prestarle atención.
Era muy interesante todo lo que había a mi alrededor, sin embargo, era lo mismo que durante toda mi vida había crecido a mi lado y no me había dado cuenta. Después pasó un señor con su hija y ésta se quedó observándome por unos segundos. Yo la miré, le sonreí para hacerle alguna gracia, pero nada, la nena estaba tan concentrada fijándose en mí que hasta perdió el paso que llevaba su padre. ¿Qué le habrá pasado por la cabeza a esa niña?. Yo no recuerdo que me pasaba por la cabeza de niño, sí recuerdo lo que tenía, pero eso no me sirve porque lo material se ve, pero lo interior solamente podríamos llegar a verlo si nos lo muestran.
Todo lo que siempre fue igual comenzó a ser diferente. Hasta llegué a pensar qué hacía yo con los brazos y las piernas cruzadas. Locuras mías. Nadie entendería si quisiera explicar lo que siento. También llegué a pensar qué sería de esa gente, la cual me ve todos los días sentado en el mismo sitio. Seguramente no pensarían que hoy estoy pensando otra cosa.
Al cabo de un tiempo ya estaba harto de mi cambio. Cansado de querer y tener que esforzarme para que ese día fuese diferente. Entonces fue cuando crucé mi pierna nuevamente, saqué la radio que había guardado, me acomodé en ese banco de toda la vida, miré hacia ambos lados y... seguí leyendo mi libro.
Pablo Claro
1 comentario:
no sé por qué, pero la lectura me lleva hasta el final...eso es bueno y muy positivo para el que escribe, en definitiva es eso lo que busca, no?...está bueno.
Publicar un comentario